lunes, 27 de mayo de 2013

Desesperación.

Si su objetivo era que se desesperase, lo había conseguido. Allí estaba esperando en la barra del bar desde hacía ya una hora. La importancia de aquella cita le había estado nublando la visión y alegrándole la semana inimaginablemente, pero ahora el retraso estaba haciendo que crujiese su cerebro y su mente se retorciese dejando caer un jugo áspero y siniestro sobre la barra.
El tic tac del reloj era incesante, las palabras del camarero salían de la boca de éste sin parar también. El movimiento de las agujas producía un himno que tronaba en sus oídos. La boca del camarero movía los pesados vocablos que caían como libros sobre su cabeza, las gotas del rocío ya se derramaban por la botella que su mano sujetaba con ansia, con tensión.
Seguía sin aparecer. Esperaba como aparición fantasmal SU llegada por la puerta, como aparición divina, como avistamiento boreal. Seguía sin aparecer.
...
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La rabia ya inundaba sus pulmones como un líquido oscuro y pegajoso. Su estómago se estrujaba bailando la danza macabra. Sus piernas habían decidido volatilizarse, y su corazón ya cada vez iba más rápido.
Las palabras del camarero estaban haciéndole odiar cada uno de los segundos que allí permanecía. Sin más dilación cogió su cartera, pagó su copa y se fue. 
...
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Minutos después ella llegó.

jueves, 23 de mayo de 2013

Eros.

En el candor de los ojos de estaño
se funde tu mirar caliente en tu deseo.
Se cuela tu alma por un instante
entre las fisuras que hay entre mis dedos.
Y reaparece entre lunas y brillantes
el estertor del pecado en tu mente,
tus suspiros vertidos en sangre,
tu dulzor, en las líneas de mis manos,
tu hambre, mezclada con mi hambre.

Giras y vuelves, te defiendes,
con las uñas dibujas,
con tus dientes me reprendes.
En silencio me miras,
esperando el momento,
lujuria gira la llave del deseo.
Metes en mi maleta
cada beso de este ensueño
no vaya a ser que al despertarme
haya caído frío y muerto
en los pozos del silencio.

Ya reposa tu cuerpo en mi cuerpo,
tu mano en mi mano,
tu pecho en mi pecho.
ya cuento los minutos
acariciando tu oreja y tu pelo,
mirando al infinito del techo.
Ya el mundo se deshoja,
se va quitando el velo,
que cuando te fuiste dejaste
un fantasma sobre mi lecho,
un calor en mi memoria
y en mi cuarto, silencio.

lunes, 20 de mayo de 2013

Alma.

Un día se levantó y la vio allí sentada en su habitación y se dio cuenta de que no le valía para nada. Su alma. Reposaba sobre una silla, tácita, con cara de aburrimiento. No la necesitaba. No le valía para ese trabajo, es más le molestaba con sus continuos lamentos y con sus constantes distracciones, que si ese perro que pasaba por la calle, que si ese arco-iris que se dibujaba en el cielo, etc.
A veces le dolía el alma, sobre todo si bebía. Al beber se encogía ésta, se volvía llorosa. En algunos amaneceres se embargaba de una sensación un tanto extraña, al atardecer, si paseaban en el coche sentía la imperiosa necesidad de mirar la molesta luz del ocaso. Paseaba sin paraguas en los días de lluvia y luego tenía que limpiarle la ropa y arroparla mientras tiritaba empapada. A veces quería robarle un beso a las mujeres que pasaban por delante de ella,  incluso algún día llegó a hacerlo. Jamás pasó más vergüenza en su vida. Tuvo que reprender a su alma, y no le dejó ver el amanecer, ni dormir hasta tarde, ni lamer la tapa de los yogures...

No le servía para nada, el alma. Era un incordio. Es más, mejor si se deshacía de ella. Le molestaba, le molestaba en su trabajo, se empeñaba en llegar tarde y comprar flores, en conclusión, era una mariconada de alma. Empalagosa. Desdeñable, despreciable. Tonta como una preadolescente fanática de su cantante favorito. Era una acólita de la belleza. Y así, se decidió a venderla.
Un alma es algo valioso, aunque no comprendía por qué, pero era algo valioso, alguien pagaría bien por ella. No sabía por qué todo el mundo le tenía tanta estima a ese OBJETO inservible. ¿Por qué podría venderla? ¿Una capacidad impresionante para tocar la guitarra y ser una estrella del rock? No, para eso se necesitaba alma. ¿La cualidad innata para escribir como los dioses? No, un alma es necesaria para ello.... Conseguir cualquier mujer que se pusieses a su paso no era una opción, el sexo sin alma acababa perdiendo la gracia.
Ya está, la vendería por un segundo cerebro, más inteligencia, si fuese más inteligente sabría suplir la carencia de alma para el resto de la humanidad, y así se haría muy muy rico y ya no necesitaría su alma nunca nunca más.

Si hubiese tenido alma cuando vendió su alma habría sentido un hueco terrible en su interior. Pero no, no sintió nada, excepto unas ganas terribles de emprender un negocio e invertir su dinero. De conseguir más y cada vez más. Poseer.
Si hubiese tenido alma hubiese sentido cómo alcanzaba los límites de sí mismo. Si hubiese tenido alma se habría dado cuenta de los errores que cometía, si hubiese tenido alma no hubiese gastado lo que iba consiguiendo. Si hubiese tenido alma, no se habría quedado solo.

viernes, 17 de mayo de 2013

Rosa, rosae.

Hay una simple rosa,
sólo una rosa en un banco,
y una lágrima en un charco,
¡una lágrima tan hermosa!
que cuando fui a lamerla,
y a beber el lamento de tus labios...
Cuando fui a drenar el estío,
el viento consiguió secarla.
Cuando, el viento traidor
se llevó la que era mía,
la que rodaba por mi mejilla,
cuando brotó el calor...
También se había llevado 
el viento cruel tus finos labios.
Y allí quedé. 
Sentado en un banco.
Mirando una rosa del color más frío.
Mirando de lejos... una lágrima en un charco.

lunes, 13 de mayo de 2013

Radio dreams.

Hace 32 años que el apocalipsis se desató. Siempre nos contaron que la guerra fría iba en declive hasta que surgió el conflicto entre la Unión Soviética y los Estados Unidos. Ese conflicto provocado por el lanzamiento de misiles en el mar del báltico desde Bélgica. Todo eso desató la guerra que apareció en el norte de África y Oriente Próximo, todos contra Israel. Guerras civiles por todos lados. La comunidad internacional tuvo que intervenir, el fin del imperialismo y las amistades entre ex-colonias y ex-metrópolis supuso la guerra en la que mi padre murió. Los noventa fueron una década convulsa, con escaladas de tensión. Hasta que llegó la calma. Y después otra vez la tensión, vivimos al borde del apocalipsis que ya ha empezado y que no parece terminar nunca.
Mi nombre es Illiam Morel y retransmito este mensaje desde mi radio y para todo el mundo. Si mañana acaba nuestra existencia que nos quede haber tenido una vida normal.


domingo, 12 de mayo de 2013

Un jazz café.

“¿El hombre es hombre?” se escapó de sus labios rojos, y vi sus uñas tintadas de negro morderse contra los dientes, y sus ojos azules achisparse impacientes contra sus párpados. Su rebelde pelo negro le tapó la cara durante un momento, que se quitó con el gesto habitual de su mano. Guardó silencio, bajó sus ojos al suelo y después recogió su carpeta y se levantó, dos corazones rojos adornaban la tapa visible. Se marchó, por la puerta, como es normal en estos casos. Confuso, atraje con mi mano la copa y el paquete de cigarrillos, vi en el espejo de la entrada mis hombros alicaídos, formando un ángulo obtuso con mi cuello, ladeado, con mis gafas sucias y mi pelo revuelto. Cantó al roce de la puerta la campanilla de la puerta del café. Encendí el cigarro y dejé que su humo me contaminase la garganta y me quemase. Miré al fondo del vaso, vi cómo se derretían los microglaciares de mi vaso y bebí.
Calmó el alcohol amargo esa quemazón en mi garganta, no sé si era el tabaco o si acaso era el conglomerado sentimental y bilis que amenazaba desde mi estómago. Me levanté y me acerqué a la barra, comenzaba mi turno. Cogí mi guitarra y esperé allí, entre los humos y efluvios del bar, esperando que calasen en mi visión y no viese lo que había en la puerta. El taburete sobre el que me sentaba tenía una de las patas más cortas, como de costumbre, y por una vez, no me importó. Acabé el contenido del vaso y lo deposité al lado de la barra. Al fondo del estrecho bar, sin apenas espacio para nadie, sonaron dos plicas que me marcaron el ritmo, primeramente las partes fuertes del compás, después todos los tiempos.
Entré en la zona donde estaba el resto de la banda. “Vaya carácter con la chiquilla, Andrés.” Comentó Teresa, mi saxofonista, dejando caer a medio lado de su cuerpo el instrumento, apoyando su mano en la cadera. Desenredó su pelo rubio, rizado, siempre en problemas, y me echó una mirada de las suyas, con las dos esmeraldas que coronaban sus ojos. Mi respuesta consistió en una variación en el color de la ya casi colilla que apretaba entre mis labios, ardió ténuemente y un exceso de humo salió por mi nariz. Deslicé las manos por el cuerpo de la guitarra y después las cuerdas, solté la púa en la mesa y comencé a tocar. Dejé que las notas fluyeran a través de mí. Sin ninguna imagen en mi cabeza, simplemente dejaba a la realidad, a un juego matemático y lógico escapar fuera de mi mente y convertirse, por una vez, en algo real y palpable como es el sonido. A mi melodía, a mi armonía se acopló un ritmo por la batería, una lluvia suave de los platillos, un golpe terco y estridente con el bombo. Al poco, comenzaron el piano y el contrabajo a improvisar conmigo, y, por último, apareció el saxofón dialogando conmigo, bailándome, retándome, enfadándome, tranquilizándome y después exhaltándome, llevándome por toda la escala sentimental hasta el éxtasis musical. Fuera, en la gran ciudad, se perdía en las calles una chiquilla, Aura, deseando no haber nacido jamás, incapaz de desear que aquél hombre hubiese sido el que no hubiese visto la luz del día en ningún día de su vida.

lunes, 6 de mayo de 2013

Poesía religiosa.

Me da alergia tu poesía religiosa,
cuando de sudores se llena tu frente,
tu camisa morada se torna rosa
y tu voz se hace poderoso torrente.

Por la Pasión te sube la glucosa,
y en tu garganta retumba diferente
una palabra grasienta y aceitosa,
sonándome ya pesado y estridente.

Tu pasión a mi pasión asusta,
de las flores, sangres y meras figuras
brillan en tus ojos fervores siniestros.

Para hablar de esta tradición vetusta
con tanta verborrea y parca estatura
mejor dejas la poesía a los expertos.

viernes, 3 de mayo de 2013

El soldado.

Ante mí se alzaba el soldado, imponente, corpulento y sudoroso. El pañuelo tapaba la mitad de su cara,  la otra mitad se asomaba llena de mugre y con sus ojos rojos empañados en el calor del asesino. Me miró y me supe perdido en el mismo momento en que su mirar se clavó en mí como la puñalada que su mente ya planeaba en darme. 
En los recodos primitivos de la mente del soldado, dentro del resquemor de matar existía todavía algo de compasión cuando me cogió del pelo y me miró a los ojos. 
Tras un silencio arduo, lleno con las respiraciones del combatiente. Lo besé, como no se besa a nadie en el mundo. Con intención. 
Gané así la batalla al soldado, que con un beso también se puede ganar una guerra. Con un beso también se puede ser un soldado.